Autismo femenino y ansiedad: un vínculo invisible

Las mujeres autistas suelen pasar desapercibidas durante gran parte de su vida. El diagnóstico tardío es frecuente, en parte porque sus manifestaciones son más sutiles que en los varones y porque desarrollan estrategias de enmascaramiento social. Sin embargo, detrás de esa aparente “adaptación” muchas cargan con una sensación constante de ansiedad. La investigación científica muestra que la relación entre autismo femenino y ansiedad no es casual: es un fenómeno profundamente entrelazado que merece visibilización y comprensión.

Las niñas y mujeres autistas tienden a emplear con mayor frecuencia lo que se conoce como camuflaje social: copiar gestos, frases o actitudes de otras personas para pasar desapercibidas. Aunque esto puede ayudarlas a evitar el rechazo, también implica un esfuerzo mental y emocional enorme. Un estudio de Lai et al. (2017) indica que este camuflaje está directamente asociado a mayores niveles de ansiedad y depresión. Además, las mujeres autistas suelen ser más conscientes de las expectativas sociales que pesan sobre ellas —ser sociables, empáticas, “agradables”— y al no poder cumplir siempre con esas normas, viven una constante autocrítica y miedo al juicio externo.

Ansiedad en mujeres autistas: cómo se manifiesta

La ansiedad en mujeres autistas no siempre se expresa de manera evidente. Puede aparecer en forma de:

• Hipervigilancia social: miedo a equivocarse en interacciones, repasar conversaciones después de que ocurrieron, o anticipar rechazo.

• Somatización: dolores de estómago, cefaleas o fatiga crónica vinculada al estrés acumulado.

• Crisis internas: en lugar de ataques de pánico visibles, muchas experimentan una “tormenta interna” difícil de detectar desde fuera.

• Perfeccionismo rígido: como estrategia para sentirse seguras en un mundo impredecible.

Según un metaanálisis de Hollocks et al. (2019), más del 40% de las personas autistas presentan un trastorno de ansiedad clínica, con una incidencia especialmente alta en mujeres.

Factores que intensifican la ansiedad

1. Diagnóstico tardío: crecer sin comprender por qué se percibe el mundo de manera distinta genera inseguridad y autoinvalidación.

2. Sobrecarga sensorial: los entornos ruidosos, las luces brillantes o la multitarea actúan como desencadenantes constantes.

3. Experiencias traumáticas: las mujeres autistas tienen mayor probabilidad de sufrir acoso escolar, violencia o abuso, lo que amplifica la ansiedad.

4. Doble discriminación: ser mujer y autista significa enfrentar tanto el sexismo como la incomprensión hacia la neurodivergencia.

   
   

Caminos de acompañamiento

Aunque la ansiedad puede sentirse abrumadora, no es inevitable vivir atrapada en ella. Algunos enfoques útiles son:

• Psicoterapia adaptada al autismo: terapias cognitivo-conductuales flexibles y con lenguaje claro, enfocadas en reconocer disparadores sensoriales y emocionales.

• Autoconocimiento: identificar señales tempranas de sobrecarga ayuda a prevenir crisis.

• Espacios seguros y auténticos: relaciones donde no sea necesario enmascarar.

• Prácticas de autorregulación: mindfulness, rutinas predecibles y pausas sensoriales.

La psicoterapia adecuada al autismo puede ayudar a reconocer los desencadenantes emocionales y sensoriales de la ansiedad

Conclusión

El vínculo entre autismo femenino y ansiedad no es un fallo individual, sino el resultado de un sistema que invisibiliza y exige a las mujeres autistas encajar en moldes ajenos. Reconocer esta realidad es un paso esencial hacia la comprensión y la justicia neuroafirmativa. Visibilizar la ansiedad en mujeres autistas no significa reforzar la idea de fragilidad, sino reivindicar la necesidad de apoyos adecuados y de un entorno que permita vivir con autenticidad y bienestar.