top of page
Buscar

El duelo tras el diagnóstico de autismo: un proceso de reconstrucción en mujeres autistas

  • Foto del escritor: Jesus Gomez Frye
    Jesus Gomez Frye
  • 27 jun
  • 5 Min. de lectura

Cuando una mujer recibe un diagnóstico de autismo en la adultez, muchas veces no es una revelación aislada. Llega como una respuesta a años —o décadas— de sentirse diferente, de no encajar del todo, de agotarse por intentar parecer “normal”. Si bien para muchas el diagnóstico trae alivio y sentido, también abre la puerta a un proceso profundo y, en ocasiones, doloroso: el duelo. Pero, ¿a qué se le llora cuando se recibe un diagnóstico que, en esencia, no cambia quién se es, sino que explica por qué se es así?

Esta entrada busca explorar ese duelo desde una mirada neuroafirmativa: no como una pérdida de la “normalidad”, sino como un proceso de reconstrucción identitaria, de resignificación de la vida, especialmente en mujeres autistas que han vivido años camuflando sus diferencias y desconectándose de sí mismas.


Desenmascarar la narrativa dominante


Durante años, el discurso clínico dominante ha hablado del diagnóstico de autismo como una “noticia difícil” o una “carga”. Sin embargo, cada vez más mujeres adultas descubren que lo difícil no es el diagnóstico en sí, sino todo lo que vivieron sin saberlo: incomprensión, ansiedad crónica, exclusión social, autocrítica constante, relaciones desiguales, y una intensa presión por encajar. El duelo, entonces, no es por ser autista. Es por todo lo que no fue.


¿De qué está hecho este duelo?


  1. La infancia no comprendida: Muchas mujeres autistas adultas reviven recuerdos de infancia que ahora cobran otro significado. La niña solitaria en el recreo, la que era “demasiado sensible”, “exagerada” o “extraña”, no era un problema: era una niña neurodivergente sin acompañamiento adecuado. Aparece entonces una tristeza profunda por no haber sido vista tal como era.

  2. Las máscaras construidas: A lo largo de los años, muchas mujeres aprenden a camuflarse. Adoptan gestos, frases y comportamientos socialmente aceptables, muchas veces a costa de su salud mental. Al recibir el diagnóstico, surge una mezcla de alivio y dolor: alivio por entender de dónde viene ese esfuerzo constante, y dolor por los años vividos desde una actuación forzada.

  3. Las relaciones perdidas o dañinas: Ser autista sin saberlo puede llevar a vínculos desequilibrados, relaciones abusivas o amistades en las que una se anula para ser aceptada. El diagnóstico permite comprender patrones, pero también despierta el duelo por relaciones que no fueron lo que se necesitaba.

  4. La identidad por reconstruir: Quizás uno de los duelos más profundos es el de soltar la identidad que se creía tener —muchas veces forjada para complacer o sobrevivir— y empezar a descubrir quién se es verdaderamente sin máscaras. Este proceso no siempre es inmediato, y puede generar miedo, vacío y confusión antes de transformarse en autenticidad.


La importancia de un enfoque neuroafirmativo


Cuando una mujer recibe el diagnóstico de autismo en la adultez, la forma en que ese diagnóstico es abordado puede marcar profundamente su proceso de integración y sanación. No se trata solo de un acto médico o administrativo: es un hito identitario. Y es aquí donde el enfoque neuroafirmativo adquiere un valor transformador.

A diferencia del modelo médico tradicional, que parte de la premisa de que el autismo es un "trastorno" que debe corregirse o minimizarse, el enfoque neuroafirmativo reconoce el autismo como una diferencia neurológica válida y natural dentro de la diversidad humana. Este cambio de paradigma no es menor: permite pasar del estigma a la comprensión, de la autocrítica a la autoaceptación.

Para muchas mujeres autistas, esto es vital. Históricamente han sido subdiagnosticadas, malinterpretadas o directamente ignoradas por un modelo clínico masculinizado del autismo, que no contempla la forma en que ellas —muchas veces expertas en camuflaje social— viven y expresan su neurodivergencia. Un enfoque afirmativo no solo valida su experiencia, sino que también les devuelve el derecho a definirse por sí mismas, más allá de manuales clínicos.


Implicancias emocionales y simbólicas


Adoptar un enfoque neuroafirmativo durante el proceso de duelo implica cambiar radicalmente la narrativa. Ya no se trata de “tener algo”, sino de ser de otra manera, y esa manera también es legítima, rica y compleja. Este cambio tiene consecuencias profundas:

·        Repara la autoestima herida: Muchas mujeres autistas han crecido sintiéndose defectuosas, desbordadas o “demasiado” para los demás. El enfoque neuroafirmativo les ofrece una nueva historia: no están rotas, simplemente fueron incomprendidas.

·        Redefine los objetivos terapéuticos: No se busca que la mujer “funcione mejor” en un molde neurotípico, sino que pueda conocerse, protegerse, autorregularse y relacionarse desde su autenticidad, no desde el esfuerzo de encajar.

·        Invita a cuestionar los mandatos de género: La cultura impone a las mujeres ciertos ideales de sociabilidad, emocionalidad, flexibilidad y contención. Desde esta mirada, se puede revisar qué parte del sufrimiento vino de intentar cumplir con un modelo femenino que invisibilizaba su neurodivergencia.


Impulsar una cultura del respeto


El enfoque neuroafirmativo también promueve una transformación cultural más allá de lo individual. No busca “enseñar habilidades sociales” para que las personas autistas parezcan neurotípicas, sino fomentar entornos más diversos, flexibles y empáticos. Esto incluye:

·        Cambiar los entornos (educativos, laborales, familiares) para que sean más accesibles sensorial, emocional y cognitivamente.

·        Crear espacios seguros donde la autenticidad no solo sea aceptada, sino celebrada.

·        Visibilizar modelos positivos de mujeres autistas en la cultura, la ciencia, el arte y la vida cotidiana.


Resignificar el duelo desde la afirmación


Volver al duelo desde esta mirada permite vivirlo de manera distinta. No se trata de llorar por no ser "normal", sino de lamentar las veces que una tuvo que esconder su esencia. Y, a la vez, de recuperar la posibilidad de vivir con mayor coherencia interna.

Es un duelo que no borra el dolor, pero lo resignifica. No busca eliminar el sufrimiento, sino ponerlo en contexto. No niega las dificultades del autismo, pero tampoco las sobredimensiona como tragedia. Lo que hace es devolver a la mujer autista el protagonismo sobre su historia, sus decisiones y su identidad.


Acompañar el duelo en mujeres autistas


El duelo tras el diagnóstico no sigue una línea recta, y cada mujer lo vivirá a su ritmo. Sin embargo, hay formas de acompañarlo de manera respetuosa y compasiva:

  • Escucha sin juicio: No es momento de minimizar (“pero si te va tan bien”) ni de dramatizar (“pobrecita”). Escuchar lo que esa mujer necesita compartir es una forma de validar su experiencia.

  • Ofrecer recursos neuroafirmativos: Lecturas, podcasts, grupos de mujeres autistas, acompañamiento terapéutico informado en neurodivergencia. Rodearse de voces que no patologizan es vital.

  • Reconocer su historia: Nombrar lo vivido, sin romantizarlo ni invisibilizarlo, permite resignificar el pasado. Es posible lamentar lo que faltó y al mismo tiempo celebrar lo que se está recuperando.


El duelo tras un diagnóstico de autismo en mujeres no es una derrota. Es un proceso necesario para soltar lo que fue impuesto, lo que dolió, lo que se forzó durante años. Desde una mirada neuroafirmativa, es también una invitación a renacer, a vivir de forma más honesta y libre. Porque detrás del duelo hay algo que muchas mujeres autistas descubren con el tiempo: no hay nada que curar, solo mucho por recuperar. Y eso empieza por mirarse con ternura, por nombrarse sin vergüenza, por habitarse sin permiso.

 
 
 

Comments


bottom of page