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Mujeres autistas en el trabajo: exclusión, agotamiento y falta de comprensión

  • Foto del escritor: Jesus Gomez Frye
    Jesus Gomez Frye
  • 26 sept
  • 3 Min. de lectura
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El mundo laboral es un espacio que promete independencia, propósito y estabilidad. Sin embargo, para muchas mujeres autistas, este mismo espacio se transforma en un terreno de obstáculos invisibles: prejuicios, incomprensión y un nivel de agotamiento que llega a ser insostenible.

La investigación muestra que las mujeres autistas enfrentan un doble reto: por un lado, la exclusión sistemática que ya pesa sobre la población autista; por otro, los estereotipos de género que hacen que sus necesidades pasen desapercibidas o sean minimizadas (Bargiela, Steward & Mandy, 2016). Esta combinación incrementa el riesgo de desempleo, subempleo y deterioro en la salud mental.


Exclusión laboral: barreras que empiezan antes del contrato


La exclusión no inicia en el puesto de trabajo, sino desde el proceso de selección. Las entrevistas tradicionales suelen priorizar habilidades interpersonales —contacto visual, fluidez verbal, “simpatía”— en lugar de competencias técnicas. Esto deja a muchas mujeres autistas fuera del proceso, a pesar de contar con las capacidades necesarias para el cargo (Baldwin & Costley, 2016).

Además, el prejuicio sobre la supuesta “falta de habilidades sociales” en personas autistas alimenta la idea de que no pueden liderar proyectos, trabajar en equipo o atender clientes. Estos mitos niegan la diversidad de perfiles dentro del espectro y limitan las oportunidades laborales.

Una vez contratadas, otras barreras emergen:

  • Falta de flexibilidad horaria: horarios rígidos que no consideran fatiga o necesidades sensoriales.

  • Entornos físicos hostiles: luces fluorescentes, ruido constante, espacios abiertos sin privacidad.

  • Micromachismos y estereotipos de género: se espera que las mujeres “sean agradables” o “mediadoras”, lo que añade presión extra sobre quienes ya están regulando constantemente su comportamiento.


El agotamiento invisible: cuando el trabajo implica enmascarar


El camuflaje o enmascaramiento es un mecanismo común en mujeres autistas, quienes, desde edades tempranas, aprenden a copiar conductas neurotípicas para ser aceptadas. En el entorno laboral, este esfuerzo se intensifica:

  • Ensayar conversaciones antes de reuniones.

  • Fingir expresiones emocionales que no sienten en el momento.

  • Reprimir movimientos de autorregulación (stimming) por miedo a ser juzgadas.

  • Mantener un nivel de alerta social constante para no “equivocarse”.

Este proceso, lejos de ser inocuo, tiene consecuencias graves. Estudios demuestran que el enmascaramiento está asociado con mayor riesgo de depresión, ansiedad y pensamientos suicidas (Hull et al., 2017; Cassidy et al., 2018). El burnout autista —un estado de colapso físico, emocional y cognitivo— aparece con frecuencia en mujeres que han sostenido largos períodos de camuflaje sin apoyo ni comprensión.

El resultado es una contradicción dolorosa: mujeres altamente competentes que se ven obligadas a abandonar el mundo laboral, no por falta de habilidades, sino por la falta de condiciones para sostenerse en él.


La falta de comprensión estructural: un problema cultural y organizacional


El entorno laboral tradicional está diseñado bajo la lógica de la homogeneidad: se espera que todas las personas interactúen, procesen información y se adapten de la misma manera. Esta visión ignora la neurodiversidad y perpetúa la exclusión.

Algunas necesidades básicas que suelen ser desatendidas incluyen:

  • Comunicación clara y directa: instrucciones ambiguas o implícitas generan confusión y ansiedad.

  • Sensibilidad sensorial: espacios con ruido, olores intensos o estímulos visuales pueden ser insoportables.

  • Escasa capacitación en neurodiversidad: líderes y equipos carecen de herramientas para comprender qué significa realmente ser autista, más allá de estereotipos.

Frente a esto, algunas empresas han comenzado a implementar programas de contratación inclusiva en neurodiversidad (ej. SAP, Microsoft). Sin embargo, estas iniciativas suelen enfocarse más en hombres autistas en áreas tecnológicas, dejando en segundo plano la experiencia de las mujeres y la diversidad de perfiles laborales posibles.


Consecuencias en la vida de las mujeres autistas


La exclusión y el agotamiento laboral tienen repercusiones que van más allá del trabajo:

  • Impacto en la autoestima: la constante invalidación refuerza la idea de “no ser suficiente”.

  • Aislamiento social: las dificultades para mantener el empleo reducen las redes de apoyo.

  • Dependencia económica: el desempleo o subempleo obliga a depender de familiares o parejas, perpetuando relaciones desiguales.

  • Aumento en la vulnerabilidad a la violencia laboral y de género: la falta de reconocimiento de sus límites facilita situaciones de acoso o explotación.


Conclusión: de la adaptación individual a la transformación colectiva


El peso de la inclusión no debería recaer únicamente en las mujeres autistas, obligadas a camuflarse y resistir entornos hostiles. La verdadera transformación requiere cambios estructurales: políticas públicas, formación en neurodiversidad, flexibilización de los entornos laborales y una valoración real de la diferencia como aporte.

Las mujeres autistas no necesitan “ser menos autistas” para encajar. Necesitan que sus talentos sean reconocidos y que el entorno se ajuste a la diversidad humana. La inclusión laboral auténtica no es solo justicia social: es una oportunidad para repensar el trabajo como un espacio más humano y sostenible para todas las personas.

 

 
 
 
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