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Soledad camuflada: mujeres autistas que parecen sociables pero se sienten solas

  • Foto del escritor: Jesus Gomez Frye
    Jesus Gomez Frye
  • 15 ago
  • 4 Min. de lectura
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Cuando la soledad no se nota desde fuera

A veces, la soledad no tiene forma de aislamiento visible. Hay mujeres autistas que sonríen, charlan, participan en grupos e incluso pueden parecer extrovertidas… pero se sienten solas. Profundamente solas. No porque no haya personas a su alrededor, sino porque no se sienten comprendidas, vistas o realmente conectadas.

Este tipo de soledad es sutil, silenciosa, y muchas veces pasa desapercibida incluso para quienes la experimentan. ¿Cómo es posible sentirse sola si hay gente cerca? ¿Por qué algunas mujeres autistas pueden parecer “socialmente hábiles” y, aun así, vivir con una sensación constante de desconexión?

Explorar esta paradoja nos permite abrir una conversación necesaria sobre el camuflaje social, el esfuerzo de encajar y la búsqueda de vínculos auténticos en la vida adulta autista.


¿Qué es la soledad camuflada?


La soledad camuflada es una experiencia frecuente en muchas mujeres autistas que han aprendido a funcionar socialmente en un mundo que no está hecho para ellas. Este tipo de soledad no se origina en la falta de interacción, sino en la falta de conexión emocional genuina.

Las personas que la viven suelen:

·        Tener amistades o vínculos superficiales, pero sentir que no pueden mostrarse como realmente son.

·        Participar en actividades sociales con esfuerzo, sin disfrutar genuinamente.

·        Sentirse incomprendidas o fuera de lugar incluso en grupo.

·        No saber cómo iniciar o mantener conversaciones profundas o significativas.

·        Experimentar una desconexión interna: estar “presentes” sin sentirse conectadas.

Esta soledad puede intensificarse después de eventos sociales, cuando aparece el agotamiento emocional y la sensación de haber actuado un personaje.


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El rol del camuflaje social en la desconexión emocional


El camuflaje es una estrategia aprendida —y muchas veces inconsciente— que permite a muchas mujeres autistas adaptarse a los contextos sociales copiando gestos, frases o comportamientos de otras personas. A corto plazo, puede parecer funcional. A largo plazo, tiene costos muy altos.

El precio del camuflaje incluye:

·        Desgaste emocional y mental

·        Sensación de desconexión con una misma

·        Dificultad para identificar deseos o necesidades propias

·        Relaciones que no se sienten auténticas

Cuando una persona no puede mostrarse tal como es por miedo al juicio, al rechazo o a ser considerada “rara”, inevitablemente experimenta una forma de soledad interna. Aunque esté rodeada de otras personas, no se siente vista ni acompañada.


“Estoy, pero no encajo”: la experiencia autista femenina


Muchas mujeres autistas han pasado décadas sin saber que lo eran. Durante ese tiempo, aprendieron a sobrevivir en lo social a través de la imitación, la complacencia o el silencio. Esto puede llevar a una vida repleta de interacciones sin verdadera intimidad, sin pertenencia real.

Algunas frases comunes que reflejan esta vivencia:

“Tengo gente cerca, pero no siento que me entiendan.”“Me esfuerzo mucho por mantener conversaciones, pero salgo más cansada que antes.”“Siento que si me muestro como soy, me van a rechazar.”“Es como si todos los vínculos tuvieran una barrera invisible.”

Estas experiencias no son signos de fracaso social, sino de la profunda falta de espacios seguros y neuroafirmativos para construir vínculos auténticos.


La importancia de las relaciones sociales auténticas


Contrario a ciertos estereotipos, las personas autistas no carecen de interés por los vínculos. Muchas veces, el deseo de conexión es profundo, pero ha sido frustrado repetidamente por experiencias de incomprensión, rechazo o sobreexigencia.

Tener relaciones auténticas —donde no sea necesario actuar, mentir o camuflarse— tiene un impacto real en la salud emocional y el bienestar. Estudios recientes muestran que el apoyo social significativo reduce síntomas de ansiedad, depresión y burnout autista. Además, sentirse validada por otras personas neurodivergentes puede ser una experiencia profundamente reparadora.

Las relaciones auténticas:

·        Permiten que una persona se exprese sin miedo.

·        Validan formas distintas de comunicar, sentir y estar en el mundo.

·        No exigen rendimiento social constante.

·        Son fuente de contención, alegría y descanso.

Cultivar estos vínculos puede tomar tiempo, pero es posible. Y cuando llegan, transforman: porque sentirse acompañada desde lo real, y no desde una máscara, es una forma poderosa de sanar la soledad.

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¿Cómo construir relaciones auténticas desde el autismo?


Salir de la soledad camuflada no significa exponerse ni forzarse a “socializar más”. Significa, en cambio, empezar a cultivar relaciones donde no sea necesario esconderse.

Algunas claves para iniciar ese proceso:

🌿 1. Reconectar contigo misma

Para vincularnos desde lo auténtico, primero necesitamos saber quiénes somos sin máscara. ¿Qué te gusta? ¿Qué te incomoda? ¿Qué tipo de compañía deseas realmente?

💬 2. Nombrar lo que sientes

A veces es necesario poner en palabras esa soledad, aunque cueste. Puede ser en terapia, en escritura personal, o en comunidades neurodivergentes.

🌈 3. Buscar espacios seguros

Los grupos autistas (virtuales o presenciales), círculos de escucha o comunidades neurodiversas pueden ser un punto de partida para sentirse menos sola sin tener que explicarse todo el tiempo.

🤝 4. Explorar nuevos formatos de relación

No todas las relaciones tienen que ser como las normas sociales indican. Algunas personas autistas encuentran comodidad en vínculos basados en intereses comunes, comunicación escrita o rutinas compartidas.

🛑 5. Aprender a poner límites

Parte de salir de la soledad camuflada es dejar de invertir energía en relaciones unilaterales o que implican mucho esfuerzo emocional sin reciprocidad.


De la soledad camuflada a la conexión real


La soledad que muchas mujeres autistas viven no es falta de sociabilidad, sino de conexión sincera. Es el resultado de años de esfuerzo por adaptarse, de la falta de espacios seguros para expresarse sin juicio, y del agotamiento que implica sostener una versión socialmente aceptada de una misma.

Reconocer esa soledad no es rendirse, es el primer paso para empezar a construir algo diferente: una vida más auténtica, donde podamos estar con otras personas sin escondernos. Donde podamos elegir relaciones que nos nutran, nos comprendan y nos respeten.

Porque la verdadera compañía empieza cuando dejamos de intentar encajar y empezamos a existir con verdad.

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